1-2-3- por mí (Porque siempre es bueno tocar base...)

Esos demonios que merodean por mi mente a veces tienen que ser exorcizados y nada mejor que dejarlos volar y salten a los ojos de los incautos, ¡alabado sea este médium virtual! Aquí tendrán su bacanal esos entes de mi ser: mi amada diarrea verbal, mi intoxicado moco cerebral y mi nunca bien ponderada catársis genital. Se los dejo, se los presto, se los regalo. Porque a veces es bueno tocar base...



viernes, octubre 03, 2014



Después de leer la nota donde Lydia Cacho hace pública su despedida del Universal, no pude evitar acordarme de Silvia. Todo surgió de una charla en particular. En esa ocasión criticó mi manera de desenvolverme en el mundo e hizo su declaración de principios, bajo el siguiente supuesto: Hasta que no vea algo tuyo publicado en el Universal para mí, no eres un escritor y menos un artista;  en cierto modo, ese ataque frontal solamente me dio algo de risa, pues es bien sabido que los periodistas no son artistas, sino comunicadores, aunque en algunos casos se pueden ser las dos cosas. Además, yo nunca he hecho alarde de ser artísta, a lo sumo escribo y he publicado algunas chacharas. Tal vez lo sea, tal vez, no.

Pero esto si es un hecho: soy partidario del libre pensamiento, incluso de ser  calibrado según los parámetros ajenos, pero en ningún momento acepto imposiciones investidas por maneras particulares de ver la vida. De entrada, si se busca ese efecto, es importante usar artilugios sumamente sofisticados, pues en el momento donde perciba el aroma de lo vertical se desmorona el argumento.

Escuchar palabras derivadas de esa absurda fijación por las jerarquías, esa tendencia de solamente aceptar discursos legitimados e institucionales. La parafernalia de esa fe casi dogmática donde la sabiduría nada más es resultado del transcurso del individuo en el tiempo; entre más viejo, más sabio, en mí caso no es una ley irrefutable ¿Acaso Arthur Rimbaud a sus 18 años no había vivido más vidas que cualquier humano en plena senectud?

Comprendo,  y es natural la aversión hacia cierto tipo de individuos que viven al margen de lo dictado por la cultura, la historia y la sociedad. Estos sujetos nunca fueron seducidos por el premio o el castigo. La experiencia por la experiencia es su móvil. Llenaron la canasta del yo con desmembrados ídolos, los cuales mataron con sus propias manos.  Ese acto tan vil, para la mayoría, los lleva a la prisión más grande y tenebrosa de la existencia: el ser uno mismo, a pesar de los demás y de su propia persona.

Estos personajes a los ojos de los tradicionalistas y moralmente correctos son parecidos a una caricatura de bufón. Son Sid Vicious en los Sex Pistols, Lorenzo en los Tres Huastecos. El salmón es el símbolo impreso en su psique. Tienen el poder de cerrar el puño y acometer contra el espejo para suprimir la imagen de ellos mismos, de la cual podrían enamorarse.

Es por eso y no por otra razón que,  se pierde el tiempo al tratar de etiquetar a un iconoclasta manchado de sangre por haber pulverizado su propio reflejo.

1 comentario:

María Montelongo dijo...

Adjetivar a una persona de acuerdo a un rango, esquema preestablecido, nos lleva a perder las demás orillas de la figura geométrica. No podemos sustentarnos por la apariencia, por lo que la sociedad exige de nuestro individuo autónomo. me da gusto leerte fuerte, con la convicción de tu autenticidad. Un gusto leer letras con el espíritu vivo, me hacían falta.