Sueño recurrente

Hay un sueño recurrente que rebota entre las paredes de mi imaginario onírico. Viéndolo desde un punto de vista utilitarista, de algo puede servir a los que saben de psicoanálisis y cuestiones afines, a esos que le hacen a la mecánica de armar rompecabezas. Pero, para los que no forman parte de esas masturbaciones mentales, les puede quedar como una sustancia para mofarse un rato de los manglares especulativos del subconsciente.

Este es el sueño:

En una librería de esas muy vanguardistas y solicitadas, donde se reúnen pseudo intelectuales de café, una multitud revoltosa se conglomera alrededor de un sujeto. Se escuchan diversas súplicas y lastimosas peticiones.
−¡Señor Brown, si es tan amable, fírme mi libro!
En eso pasa un viejecillo, boina a la cabeza y caminar cansado, de esos que huelen a bazar vintage. Los exacerbados fans de Dan no le toman en cuenta. Pero el escritor en turno después de ver quien era la personalidad del caminar cansado y el aura cargada con millones de sexus-nexus-plexus, hace una expresión en la que todos los ángeles y demonios le quedaron guangos y antes de que pueda profesar reacción alguna, el viejecillo se abre paso entre la gente cual si fuera Moisés ante el Mar Rojo, y emite unas palabras con voz aguardientosa −Disculpe jovencito, deje pasar a un escritor− y le da una pequeña palmadita en el hombro, Dan se quedó más estático que la Monalisa, y sus aduladores se congelaron muy a la matrix, mientras el único que poseía un dejo de futurismo era el viejecillo que siguió su andar sin voltear atrás, por aquello del temor de quedar convertido en estatua de sal…

Imagen: pic de Henry miller